Invasion Berlin 2018

Berlín – Munich – Wiesbaden – Karlsruhe

Temporada de chicas: mujeres cineastas en Argentina

Para entender el cine argentino contemporáneo, es necesario empezar hablando de los años 60s, cuando cineastas como Leopoldo Torre Nilsson, David Kohon, Manuel Antín, Rodolfo Kuhn y Hugo Santiago, entre otros, con sus películas modernas e intelectuales, influidas por las nuevas corrientes del cine europeo, aparecieron como respuesta y reacción ante el cine industrial predominante hasta el momento en Argentina. A estos autores, se sumaron en la renovación del lenguaje y la temática, generando además nuevas formas de producción y distribución: Fernando Solanas, Octavio Gettino, Jorge Cedrón, Raymundo Gleyzer y otros exponentes del cine político de principios de los años 70s. Fundadores e integrantes de grupos como “Cine de la Base” y “Grupo Cine Liberación”, se enmarcaban en un movimiento latinoamericano más amplio, conocido como “Tercer Cine”, que pretendía separarse no sólo del modelo del cine industrial, sino también del cine de autor, al que veían como un modelo burgués independiente.
Con la llegada de la dictadura militar a mediados de los años 70, las búsquedas, diálogos y conflictos entre las distintas tendencias de renovación fueron interrumpidos de golpe y con violencia. Simplemente, se cerró la posibilidad de hacer cualquier cine por afuera de la industria cultural de la dictadura.

Si la historia de una comunidad suele ser un relato escrito por el que ganó la batalla, se hace evidente especialmente en este caso, ya que literalmente toda una generación de cineastas desapareció en Argentina. Así, el recambio estético en el cine argentino tuvo que esperar hasta mediados de la década del 90, cuando una nueva generación de jóvenes cineastas hizo su entrada en escena para ser agrupada bajo la etiqueta del “Nuevo Cine Argentino”. No fue un movimiento programático, ni una ola que compartía una forma determinada de hacer cine; estos cineastas formados en su mayoría en escuelas de cine recientemente fundadas en Buenos Aires, valoraban sobre todo la invención propia y la observación del entorno inmediato. Al igual que en la generación del 60s, había en ellos una inquietud y voluntad de arriesgarse, así como una frescura, en contraposición a la solemnidad del cine anterior. Es en ese momento de transición del cine argentino, que la salteña Lucrecia Martel filma la Ciénaga.

La Ciénaga aparece como un trueno que despierta al sur después de muchos años de vaciamiento político. La primera secuencia de La Ciénaga da por tierra la tradición de costumbrismo del cine argentino para instalarse e instalar la existencia de un lugar otro, un espacio nuevo y distinto. Su forma de ser política tiene más que ver con un habilitar la aparición de otro habla, de otras lenguas, de otras formas de decir lo cinematográfico. Es el territorio cenagoso que permite utilizar las herramientas que el cine tiene, para cuestionar la percepción de lo que llamamos realidad (de allí que el trabajo con el sonido y su forma de traicionar las expectativas de la imagen sean tan importantes en su filmografía). Se trata entonces de desacreditar la imagen, en palabras de la directora, de “hacerla dubitar”.

Podemos pensar que hay un antes y un después de La Ciénaga para la comunidad cinematográfica latinoamericana. Pero no en un sentido cronológico, sino paradigmático. Sería falso afirmar que todos sus colegas y sucesores comparten con ella un universo, un estilo o una forma (cuando lo hacen, esas películas resultan tristemente fallidas), pero no pueden ya pensarse sin la existencia de su cine. Hoy las películas de Pablo Trapero tienen muy poco que ver con las de Lucrecia de Martel, sin embargo el cine de Lucrecia Martel es parte de la identidad del cine de Pablo Trapero. Los efectos de su cine en el campo latinoamericano son no- mensurables e inclasificables, pero pueden percibirse cada vez que un director o directora encuentra un lenguaje propio que le permite pensar otros mundos posibles.

En la selección de películas de mujeres cineastas que presenta Invasion en el Filmmuseum München, vive una voluntad por representar, es decir, la necesidad de pensar que tal vez las cosas podrían ser o haber sido de un modo distinto a como uno las percibe.

Seis óperas prima de directoras argentinas jóvenes, filmadas entre el 2015 y 2017, comparten personajes que encuentran en el devenir, nuevas versiones de sí mismos, no sin sorpresa, dolor, titubeos y vueltas atrás. Allí están las amigas de El Futuro que viene, entremezclando sus deseos desde el primer amor hasta el primer divorcio. En La Larga Noche de Francisco Sanctis, el entorno no cambia a lo largo del film, sino la manera en que el protagonista lo ve y lo transmite, de forma tal que el terror que gradualmente lo va inundando desborda los planos cerrados del film. Y el adolescente de Temporada de Caza, aprendiendo a nombrar lo que ni siquiera sabe que le pasa. En El Futuro Perfecto, una inmigrante china que no habla español aprende que el verbo condicional permite también hacerse preguntas:¿en qué país te gustaría vivir? ¿te casarías sin el consentimiento de tus padres?. El lenguaje es una vía hacia otras vidas posibles. En Ensayo de Despedida, Macarena Albalustri busca desesperadamente un gesto que le permita despedirse de su madre. Encuentra más de uno: en videos familiares de otras familias; en la muerte del caballo de La Historia sin Fin; en el ensayo y fracaso de la misma puesta en escena de su documental. Son las capas de la ficción, las que la salvan. Algo similar ocurre en Cetáceos, donde la puerta de salida hacia lo nuevo se encuentra a través de una simulación espontánea, una actuación “sin querer queriendo”.

Y aunque no podemos decir que estas películas hechas por mujeres compartan los mismos temas, conflictos o personajes, ni que necesariamente problematicen cuestiones de género, sí son atravesadas por un deseo poético – político: el de pensar el mundo como si fuera un lugar factible de ser modificado. A la construcción monolítica de una narración sin quiebres y una lógica unidireccional (causal) del relato cinematográfico, estas directoras introducen grietas que permiten, como a través de una rendija, entrever otra lógica más profunda y multívoca. Aparecen entonces otros paisajes, nuevos territorios. Quizás sea precisamente ahí, entre esas capas de representación, huecos y fisuras donde podamos rastrear las pistas de una una lógica distinta – y por qué no, femenina.

El futuro que viene

Constanza Novick, 2017, Arg, 84 min, OmeU

El futuro perfecto

Nele Wohlatz, 2016, Arg, 65 min, OmeU

Temporada de caza

Natalia Garagiola, 2017, Arg, 105 min, OmeU

La larga noche de Francisco Sanctis

Andrea Testa, Francisco Marquez, 2016, Arg, 84 min, OmeU

La Ciénaga

Lucrecia Martel, 2001, Arg, 103 min, OmeU

Ensayo de despedida + Q&A con Macarena Albalustri + Tomás Dotta

Macarena Albalustri, 2016, Arg, 75 min, OmeU

Cetáceos

Florencia Percia, 2017, Arg, 77 min, OmeU

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